Las negociaciones entre trabajadores y empresa han comenzado. Las primeras reuniones han servido para reconocerse como interlocutores, ambas partes.
Pero el convenio por el que nos regimos sigue secuestrado, anulado unilateralmente por la empresa. Sin perder el buen talante, hay que reconocer que, a veces, en nuestro interior, nos sentimos nadando entre tiburones.
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